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         -HISTORIA DE LOS CASTILLOS MEDIEVALES.





          Castillo es un término procedente de la palabra latina castellum, que significa ´fuerte´, el cual a su vez es un diminutivo del vocablo -también latino- castra, que designaba al ´campamento militar fortificado´. El castillo es un lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes y fosos, construido casi siempre en un lugar dominante, para la defensa de pueblos o comarcas, o simplemente del señor que vivía en él. En otras ocasiones, los castillos también se edificaban dentro de los núcleos urbanos, dominando así, desde su parte alta, la villa, la cual solía estar también amurallada, formando todo un conjunto defensivo, donde sobresalía el castillo.

          Aunque el origen de estas fortalezas se remonta a los tiempos más primitivos de la historia del hombre, los primeros precedentes de la arquitectura castrense se hallan claramente en las fortificaciones de la antigüedad clásica. En estos primeros castillos se alojaban los caudillos y las imágenes de sus dioses y objetos sagrados, lo que confería a estas construcciones un doble sentido: militar y religioso. Al amparo de estos castillos se fueron conformando los diferentes núcleos de población, que con el tiempo constituyeron las primeras ciudades de importancia, tales como Tirinto, Atenas, Tebas, Corinto, Troya, Nicomedia... Para la construcción de estos castillos se requería un terreno elevado, pero cuando éste no ofrecía elevaciones naturales se creaban artificialmente, amontonando tierras y formando grandes terraplenes de hasta veinticinco metros de altura. Las murallas no eran muy altas, por lo que su eficacia defensiva no era la idónea. Por encima de las murallas se construían una serie de torres almenadas desde donde se podía hacer frente al enemigo una vez que éste ya hubiera traspasado las murallas. El foso, muy común en los castillos medievales, sólo se construía en aquellos castillos situados en un llano. Los romanos establecieron a lo largo del limes (frontera) todo un sistema de campamentos militares permanentes. A partir del siglo III d.C. las incursiones bárbaras fueron aumentando considerablemente, por lo que las guarniciones romanas tuvieron que prepararse para resistir los continuos ataques de los pueblos del norte sin poder contar con refuerzos. Debido a esto, los campamentos militares se reforzaron sobremanera, surgiendo así los llamados castillos fronterizos, los cuales sirvieron de modelo para los posteriores castillos medievales. Actualmente las condiciones de conservación de los castillos de la época romana no son óptimas. Sin embargo, sus ruinas permiten concluir que tenían forma regular, eran construidos con piedra y estaban dominados por una torre principal coronada de almenas.

          La auténtica edad de oro de los castillos fue, sin lugar a dudas, la Edad Media; destaca sobre todo el período correspondiente al florecimiento del feudalismo. En un principio abundaron las defensas de madera, construidas a base de empalizadas, pero, a medida que se implantaba el sistema feudal, estos castillos se fueron construyendo con piedra, puesto que su finalidad era totalmente militar. El derecho a tener un castillo, con murallas, torre y foso era, en principio, muy limitado y constituía un privilegio que tan sólo concedía el monarca a los más altos dignatarios del reino, ya fueran parientes, alta nobleza o colaboradores próximos. En Francia, desde el año 960, la nobleza logró arrancar al rey la autorización para levantar estas fortalezas, de tal modo que hacia el siglo XIV había construidos unos cuarenta mil; muchos de ellos no pasaban de ser meras torres defensivas.

          El castillo medieval fue producto de una evolución constante a partir de unos elementos esenciales, que eran la torre y la muralla. En un primer momento, solía construirse una simple torre rodeada por un cerca defensiva. Paulatinamente, esa cerca era sustituida por una muralla mucho más complicada y con mejores materiales. El foso se hizo más general en la construcción de los nuevos castillos, a la par que la torre se ensanchaba. La torre principal, llamada torre del homenaje, era la residencia señorial y el símbolo del poder del castillo, a la vez que también era el reducto más fortificado y difícil de conquistar en un presumible ataque del enemigo. La muralla formaba una recinto exterior cerrado y continuo que protegía a las diferentes torres. A la muralla se le adosaron torres (cilíndricas, cuadradas, etc), que aseguraban una defensa más efectiva del castillo y posibilitaba una gran capacidad de tiro a sus defensores. Con bastante frecuencia, el exterior del muro era rodeado con un foso, natural o artificial, el cual sólo podía salvarse con un puente levadizo. Los diferentes accesos al castillo solían estar flanqueados de peines y torreones, con portales cerrados con rastrillos. Sobre la muralla, coronada de almenas, barbacanas y matacanes, corría el adarve, que era un pasillo por el que podían circular los defensores y dominar todo el perímetro externo de la muralla. Frecuentemente hubo también un paso subterráneo que daba salida al campo y que se usaba para las ocasiones más extremas de un asedio. En el interior del recinto, a medida que las necesidades se sucedían, se construyeron las diversas dependencias; no faltaban cisternas para recoger el agua, los almacenes para guardar el grano y los diferentes víveres, la capilla, el aula mayor, la sala de recepciones, las caballerizas y dependencias de los vasallos, etc. Muchos castillos eran verdaderos centros de autosuficiencia, lo mismo que sucedía con los monasterios más grandes e importantes.

          Los castillos fueron auténticas fortalezas inexpugnables. Pero a partir del siglo XIII, la fisonomía de estos castillos empezó a variar gracias, sobre todo, a la mejora en el armamento ofensivo empleado para los ataques, concretamente las armas de fuego. Con la aparición de la artillería militar se podían abrir brechas importantes en las débiles murallas de los castillos. Por otra parte, en estos siglos, se produjo un paulatino robustecimiento del poder regio que tendió a suprimir esa profusión de fortalezas que sólo podían servir para favorecer el desarrollo de facciones y grupos de nobles descontentos con el poder real. La posterior consecuencia de todo esto fue la paulatina desaparición de los castillos. Además, dentro de la nobleza se produjo un afán por conseguir una vida más cómoda y suntuosa, por lo que se concedió más importancia a las partes residenciales del castillo. Como consecuencia éste se convirtió en castillo-palacio y perdió su primigenia función defensiva y militar. A partir del siglo XVI, el declive del castillo ya era evidente, quedó sustituido por el "fuerte" moderno.

          Las particularidades antes citadas y las diferentes exigencias dispuestas por el terreno favorecen la gran diversidad de tipos de castillos y dificultan una mínima clasificación que pudiera abarcarlos a todos.

          En la península hispana, gracias a los siglos de permanente presencia islámica, se impusieron los términos de alcazaba, alcázar y zuda para referirse a estas fortalezas. La primera era utilizada para referirse a la gran fortaleza endosada en la parte más alta de una ciudad. El segundo vocablo se refería al palacio principesco, mientras que la zuda era una alcazaba urbana. Más tarde, también se designó a los castillos con el término de fortaleza, sobre todo para referirse a las construcciones con un marcado sentido militar. De todas formas, debido a las peculiares circunstancias históricas, ya desde el siglo IX hubo una gran variedad de influencias en la construcción de los castillos. La época de apogeo de éstos se dio entre los años 1000 a 1500.

          Castillo de Loarre (Huesca). Los castillos de la Marca Hispánica, y sobre todo los pirenaicos, respondían a la tipología francesa, como por ejemplo los de Mur y Lluça, ambos del siglo XI. También se difundieron pródigamente las fortificaciones musulmanas en Andalucía, influidas por las fortalezas de tipo bizantino. Las diversas etapas de la Reconquista dieron lugar al establecimiento de verdaderas líneas de castillos que se iban erigiendo a medida que se avanzaba territorialmente hacia el sur. La Corona de Aragón, en sus múltiples empresas mediterráneas, construyó castillos en Sicilia, Apulia, Chipre e incluso Grecia. Pero fue en la Corona de Castilla (de la gran profusión de castillos le viene el nombre), donde se levantaron los castillos más grandiosos y de mayor valor artístico, sobre todo por la decoración de sus interiores a cargo de artistas mudéjares: Coca, la Mota, alcázar de Segovia, etc.

          En cuanto a los musulmanes dejaron como ejemplo supremo de su maestría y refinamiento, todo un sorprendente conjunto de patios, salas, jardines y fuentes que se extendieron por los muros interiores de sus alcázares y alcazabas. Baste como ejemplo la suntuosa y refinada construcción que levantaron en la Granada de los nazaríes: la Alhambra.

          Los motivos para levantar castillos se pueden resumir en tres fundamentalmente. Por un lado estaban los deseos imperialistas de los señores, querían tener controlado el territorio que se iba reconquistando a los musulmanes. El segundo motivo respondía a aspectos puramente defensivos y de seguridad, ya que las fronteras eran excesivamente móviles e inseguras. Y por último, el factor de prestigio, ya que estos castillos pertenecían a la alta nobleza de los reinos cristianos, desde donde imponía su dominio jurisdiccional sobre los vasallos.

Fuente: Enciclopedia Universal Micronet www.enciclonet.com

          -EL CASTILLO DE LOPERA.

          En el mismo centro urbano de la villa de Lopera se encuentra enclavada la histórica Plaza Mayor o Plaza de la Constitución, que ha sido testigo durante muchos siglos de los distintos aconteceres que han sucedido en esta localidad, y que se haya rodeada por un magnífico triángulo monumental compuesto por el Castillo de los Calatravos del siglo XIII, el Ayuntamiento o Casa Consistorial del siglo XVII y la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción del siglo XVI. A escasos metros de esta histórica plaza se levanta otro monumento de hondas raíces históricas: el Pósito o Casa de la Tercia(siglo XVI).

          El Castillo sobresale sobre el resto del entramado urbano por sus grandes dimensiones. Su núcleo principal consta de dos compactas torres de homenaje, que reciben el nombre de Santa María y San Miguel. Ambas torres se encuentran rodeadas por una extensa muralla almenada, que a su vez es perímetro del conjunto, formando un pentágono irregular. La puerta principal se haya situada frente a la Plaza Mayor y sus esquinas están protegidas por dos torreones cilíndricos, un poco más altos que el muro. Posee un amplio patio de armas y los restos de lo que fue una capilla gótica que sirvió de oratorio a los Calatravos. Todo el Castillo está construido de mampostería en hileras y mortero de cal.

          De planta rentangular son las dos torres mencionadas anteriormente. La de San Miguel tiene su entrada a nivel del primer piso y alberga en su interior los restos de lo que fue un palomar medieval. La Torre de Santa María no conserva su forma originaria pues antes contaba en su parte superior con una especie de frontón con unos vanos, donde irían el cuerpo de campanas,elemento que desapareció a mediados del pasado siglo XX. Según opinan los historiadores Juan Eslava Galán y Manuel Medina Casado, esta fortaleza debe ser de obra cristiana de mitad del siglo XIII, probablemente muy reconstruída en el siglo XV y tras la contienda de la Guerra Civil Española. En la actualidad la torre de San Miguel conserva los daños que ocasionó el impacto de un proyectil de la guerra civil sobre su estructura. La Dirección General de Regiones Devastadas procedió en los años cuarenta a su restauración pero incomprensiblemente no actuó sobre esta zona en concreto del Castillo.

          Este majestuoso edificio fue declarado monumento histórico y bien de interés cultural en el año 1991 y ha sido utilizado casi siempre como vivienda por sus moradores, excepto en el siglo XX que ha servido como bodega de vino y desde hace tan sólo unos años como salón para banquetes de boda por una conocida empresa hostelera de la localidad.

          El 28 de Febrero de 2000 se constituyó formalmente la Plataforma Ciudadana en Defensa del Castillo de Lopera con el claro objetivo de conseguir que esta fortaleza medieval del siglo XIII pase a ser con el paso del tiempo de titularidad municipal para disfrute y goce de todos los loperanos. El día 27 de Diciembre de 2002 se firmó la escritura pública de compraventa ante Notario y con la asistencia de las partes contratantes:los herederos de Alfonso Sotomayor Valenzuela y el Ayuntamiento de Lopera. Desde esta fecha, el Castillo de Lopera es de propiedad municipal y acoge los diferentes actos culturales que normalmente se organizan en la localidad a lo largo del año. .




         



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